La crisis política, económica y
social de Venezuela, en el fondo, denota las miserias del ser humano que, a
nuestro juicio, evidencian las distintas bifurcaciones que la condición humana
genera, cuando aparece la codicia como vía para lograr metas en algunos
aspectos de la vida, especialmente en la política. Este es, sin duda, un asunto complejo de explicar, pero que
es viable comprender por los efectos perversos que ellos originan y que son tangibles
en contextos personales y nacionales. Son claras las ilegalidades y los
perjuicios que sufre la sociedad venezolana a comienzos del siglo XXI, como
producto de las bajezas del ser humano en la praxis política.
Este drama surge porque, entre otras causas, están presentes
determinadas condiciones, como por ejemplo, el proceso de transición política que se viene implementando
desde 1998, el extraordinario caudal de recursos económicos provenientes de la explotación
y comercialización petrolera, la fragilidad de la democracia como resultado de
continuas y deficientes gestiones, el consiguiente descrédito de actores y
partidos políticos y, fundamentalmente, debido al déficit de cultura democrática,
comprobada en la manifestación mayoritaria de habitantes, en vez de ciudadanos.
Indiscutiblemente, este contexto promueve el desarrollo de un proceso inédito, que estimamos como un paso firme en el tránsito hacia una etapa más espiritual, menos materialista. Sabemos que este un proceso en cual nunca nos hemos detenido, solo que ahora la historia nos revela que es como especie de impulso que se está movimiento para dar el gran salto de carácter humano y espiritual.
Indiscutiblemente, este contexto promueve el desarrollo de un proceso inédito, que estimamos como un paso firme en el tránsito hacia una etapa más espiritual, menos materialista. Sabemos que este un proceso en cual nunca nos hemos detenido, solo que ahora la historia nos revela que es como especie de impulso que se está movimiento para dar el gran salto de carácter humano y espiritual.
Visto así las vicisitudes del conflicto
que vive Venezuela, este evento no es solo una lucha entre dos ideologías. Es, sobre todo,
una riña entre las ruindades y las integridades del ser humano. De modo que, muy
en el fondo, lo que se revela es cuán miserable suele ser el ser humano cuando expone
lo básico, lo intrínseco de la condición humana. Por ejemplo, cuando surgen propósitos
perniciosos, porque buscamos beneficios, entonces aceptamos la violencia como
medio para lograr y conservar el poder, asimismo, creemos que la sobre explotación
ecológica es el único medio para el desarrollo humano, de igual manera, admitimos
que la ausencia ontológica no es obstáculo para lograr triunfos y, por último, vemos
la manipulación y el control como la norma para obtener éxitos y conservar el
poder. Estos rasgos nos explican cuan complejos somos.
Es por ello que, hoy sabemos que la ascensión de la quiebra ética,
en su mayor expresión, al poder no fue otra cosa que un acto de desesperación de
las masas ante el descalabro continuado de la denominada democracia
representativa, que dejo transcendentales responsabilidades en actores políticos
anacrónicos, tanto en lo competitivo como en lo ético. En reciprocidad con este
hecho, quien fuese militar, y luego electo presidente, no represento jamás la
solución. No tenía posibilidades de serlo. Pero, cómo puede un ser humano, con
una formación militar, responder a las inmensas demandas sociales, políticas,
económicas y sobre todo éticas. No tenía posibilidades de triunfar. Las instituciones
militares, por excelencia, se rigen por la modernidad, un paradigma estricto que
se entiende como un circuito cerrado e incuestionable. Al igual que el
militarismo, promueven las órdenes y las leyes, no diálogos cognitivos. Se sostiene en la verticalidad como estructura de organización y distribución del
poder y la verdad; por tanto, obedecer es la tesis del militarismo. No, por casualidad,
el comunismo y el militarismo mantienen similitudes. De modo que, es imposible
que un militar pudiera desarrollar una visión de amplitud manifestando respeto, tolerancia e inclusión.
En cambio, no fue incomodo imponer las bases para transitar hacia el comunismo.
En nuestro país se desarrollan
eventos que descubren de manera cruda e inverosímil de la condición humana, la cual
se revela en la calidad ética de los líderes y de los que están en la oposición,
pues no solo los que están en el poder manifiestan mezquindades y ruindades. Es
un proceso interno y continuo en el que los involucrados en la praxis política están obligados a corregirse
permanentemente para no sucumbir ante las diversas debilidades como el dinero fácil, tal es el caso de Venezuela. Esta cruda realidad nos conduce a considerar que los seres
humanos somos el enigma a resolver. De ahí que, en el siglo XXI no es conveniente
describir ni diagnosticar. La tarea es aportar soluciones o alternativas de solución.
Y en nuestro caso, es oportuno presentar salidas más humanas que materiales.
Este rompecabezas omnipresente se
extiende a América latina y el resto del mundo, que no escapa de las inmensas dificultades
de carácter ético, que es el origen de todas las crisis y donde unidos debemos
abordar con suficiente moderación, pero también con abundante firmeza; ya que
el propósito es redimir y reajustar la sociedad, lo cual por si solo es un
desafío permanente.
Exponemos esta declaración puesto
que distinguimos el desarrollo de los acontecimientos, en nuestro país, como
uno de esos eventos históricos y sociales que desnudan la crisis de la
modernidad ante la inminente entrada de la posmodernidad, que revela la necesidad
de contar con ciudadanos que construyan la democracia y mas allá sean seres
sensibles. Entendido así, el chavismo se opone a la evolución de la ciudadanía
y el fortalecimiento de la democracia. Es por ello que, esperamos que al final triunfe
lo humano, sobre lo inhumano, el valor por la vida sobre la violación de los
derechos humanos, la libertad sobre la sumisión y la democracia sobre el
comunismo. Y luego, el ser humano, en carácter ciudadano, deberá fortalecer y
construir la democracia, pues no puede haber democracia sin ciudadanía y ésta, a su vez, no puede constituirse sin la praxis de los postulados democráticos. Una depende
de la otra.
Aunque se estime petulante la expresión
“podemos ser el mejor país de América latina”, no es menos cierto que los
venezolanos lo aseguramos, en tanto que, sabemos que Dios nos bendijo con una
naturaleza extraordinaria. Nuestro país posee colosales riquezas en petróleo,
oro, diamantes y uranio, aunado a tierras fértiles y de gran calidad. Las
bellezas naturales son sorprendentes y diversas. Las playas, los llanos, las montañas,
los bosques y los diferentes climas nos ofrecen sendas oportunidades para
expandir el turismo a niveles superlativos. Además, cuenta con una posición
geográfica envidiable para el intercambio comercial, pues está situada de cara
a los Estados Unidos, Europa y África, lo que es simplemente grandioso. Vivimos
en un país relativamente joven, con una historia que lo destaca como cuna de la
libertad en el siglo XIX, y lo que es más importante, sabemos que podemos
avanzar más de lo que hemos progresado hasta el presente. En otras palabras, si
superamos esta inédita e infausta intención de imponer el comunismo y nos
centramos en todo lo que podemos alcanzar, Venezuela podrá ser un país de
primera. Con ello especificamos lo que todos sabemos: poseemos los recursos
económicos y naturales para nuestro desarrollo, pero nos ha faltado el capital
humano necesario. En resumidas cuentas, requerimos seres humanos con excelsas cualidades
y competencias para alcanzar grandiosas tareas que hemos de afrontar. Todo lo
opuesto es lo que ha ocurrido hasta el presente. Es hora de cambiar.
Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor pais posible
Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor pais posible
Dr. Luis Beltrán Campos Bolívar
Andragogo