Monday, December 10, 2012

La docencia y los Derechos Humanos


   Soy de los soñadores que sostiene, y no es una simple suposición pues se comprueba día a día, que el nivel de correspondencia entre los sistemas educativos y las demandas de la sociedad del siglo XXI condiciona el avance de la humanidad que, en su mayoría no ve las transformaciones que se están dando. Sin embargo, siente que está en medio de una etapa de inestabilidad global que lentamente la conduce hacia espacios de incertidumbres, creados, con toda razón, por el carácter deleznable de los seres humanos, quienes conservan el artificio y la picardía como estrategias de vida, y que son las causas de contratiempos y caos que abruman al propio ser humano. No obstante, desde nuestra perceptiva las sociedades sobrellevan la conversión de un mundo materialista hacia otro sensible y espiritual, que es el fin supremo, porque muy en el fondo nuestro ser tiende suprimir la animalidad en favor de la generosidad y amor al prójimo, tanto como una necesidad, como por la esencia de nuestra naturaleza humana. 
   Todo ello es posible si la educación mantiene estrecha correlación con las demandas económicas y sociales, pero sobre todo con las necesidades humanas, pero en el estricto sentido humano, lo cual no se refiere a lo material sino a lo ético, que es la mayor fragilidad de los seres humanos. Porque esta cohesión no solo es palpable cuando genera un valor que se categoriza en la conexión que exista entre los profesionales egresados de las universidades y las diversas necesidades que existen en cada sociedad o el desarrollo económico que estas exhiban. Esta realidad deberá comprobarse no solo con hechos concretos dentro de cada ambiente, en los bienes u obras públicas que revelan eficiencia, eficacia, estética, pertinencia social y humana y con la idea de progreso y desarrollo humano. No, va más allá y es más complejo. 
   Veamos. Si aceptamos esta perspectiva, deberíamos reconocer una realidad muy desagradable, pues los resultados que están ante nuestra vista revelan un distanciamiento y una notable incoherencia entre lo que enseña, transmite y ofrecen las escuelas y universidades con la realidad humana, que es la escasez de comportamientos integrados de las personas en cada espacio del quehacer humano que denota ausencia de prácticas éticas en la actuaciones realizadas. Siendo ello una de las causas de la pronunciada crisis del mundo a comienzos del siglo XXI, acelerado también por el agite de la postmodernidad que, al menos, nos obliga a una continua revisión y evaluación de la educación que se oferta en el presente. 
   De esta manera queda comprobado la irresponsabilidad del mundo educativo y es tan gigantesca que sólo es posible concebir su magnitud cuando revisamos que La Declaración Universal de los Derechos alcanza los 64 años, mientras los sistemas educativos permanecen congelados o petrificados y sin capacidad de responder y formar a ese ser humano que practique los principios elementales que garanticen la vida en paz y, más allá, logren las metas superiores.
   Por ello hoy, más que nunca, es necesario enseñar el valor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en virtud de que la incertidumbre y el déficit de cualidades humanas nos podrían retrasar hasta etapas superadas. Además, esta visto que, la educación es el instrumento ideal y por medio del cual es posible formar los seres humanos con excelsas cualidades. De allí que no queda otro desafío para los sistemas educativos que enfrentar las carencias y aplicar currícula adaptados a las demandas de hoy. 
   Pero, son los docentes quienes tienen ante sí mismos la tarea titánica de transformarse en seres humanos plenos de cualidades éticas y ciudadanas para modelar y formar los seres humanos del mañana. Este es un reto de cada sociedad, pero son los docentes los protagonistas, que desde el espacio educativo están llamados a iniciar la transformación de la sociedad de vecinos y habitantes en sociedades de ciudadanos, que conozcan los derechos humanos, como también los básicos o políticos.
   Sin embargo, no solo es válido conocer los derechos humanos, sino que es necesario, además lograr la cognición ciudadana, que permitirá que toda persona valore el significado de los derechos humanos y los practique, los respete y cuide permanentemente. No será fácil pero no hay otra alternativa que enfrentar la realidad que no aturde. Y es por esta razón que todos los docentes tienen ante sí la tarea de revisar, evaluar y transformar su comportamiento y a partir de allí ser modelos de ciudadanía. Solo así será posible hacer factible la práctica ampliada de los preceptos anunciados en La Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.

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