Tuesday, October 21, 2014

El absoluto educativo y el analfabetismo del siglo XXI.

Ahora, en el siglo XXI, los ignorantes o analfabetas no son las personas inhabilitadas para leer, escribir y realizar operaciones aritméticas como sumar, restar o multiplicar; son las que agreden a la naturaleza, exhiben insolencia y descortesía, igualmente son excluyentes, intolerantes, egoístas, apáticas, sumisas, indolentes y, en consecuencia, manipulables. Pero eso no es todo, son, además, quienes desconocen el valor y el significado de los derechos humanos, sociales, cívicos, económicos y sobre todo la trascendencia de la democracia en la evolución de la humanidad. Como resultado, son incapaces e ineficaces en la tarea de orientarse hacia el logro de las Realizaciones Superiores, entre las cuales podríamos destacar: la Sostenibilidad Ecológica, la Convivencia Social, el Progreso Social Común, la Autonomía Nacional, el Estado de Derecho y la construcción del Hecho Democrático y la Dignidad Humana.
Si bien esta idea es un intento de acercamiento al ser humano para este siglo y ha surgido de indagaciones y análisis de la historicidad venezolana, muy rica en información proveniente del caos global, este afán produce, sin temor a dudas, un creciente interés, ya no por estudiar propiamente a los distintos pensadores, sino mas bien, por correlacionar sus ideas con la construcción de un ideal venezolano. Es así como surge la necesidad de dilucidar el idealismo de Hegel, como un argumento sólido y coherente con la idea de "ciudadanía virtuosa", tema el cual nos ocupa desde hace algún tiempo y sobre el cual debe sustentarse el ideal venezolano del siglo XXI.
En la introducción a la Fenomenología, Hegel señala que “el Absoluto está en nosotros y que el conocimiento es el rayo del Absoluto que nos toca". De esta manera, asume que la educación, siendo Absoluta, atiende a la historicidad de las sociedades con lo cual es cierta la posibilidad de transformar a los habitantes en seres humanos con cualidades y competencias, acordes con las demandas cívicas, dentro de las cuales la eticidad es fundamental para el desarrollo de una sociedad. Esto es, Hegel, fiel idealista y cuyo pensamiento, centrado en una sociedad donde los seres humanos pueden ser superiores, visualiza a la educación como la oportunidad para acceder al Absoluto. Una circunstancia compleja puesto que la planificación de la educación está en manos de quienes mayormente se ocupan de aspectos relacionados con el capital y no así de lo ético. Visto así, el Absoluto Educativo es una obligación ante el descalabro de la sociedades.
El pensamiento de Hegel no está dirigido a una sociedad en particular. En consecuencia permanece como universal con lo cual pudiese ser asumido por las sociedades responsables, o en caso opuesto, rechazado por desinterés o incompetencia. En el caso de Venezuela, la opacidad ética limita y niega toda posibilidad de crear un Absoluto Educativo y, a partir de allí, establecer un ideal que guíe y oriente hacia la superación y el avance nacional. Dado que el desarrollo de los acontecimientos no son los esperados, triunfa la decadencia y con ella la negación del país que muchos soñamos: un país de prosperidad. Así, entonces, lo ruin, que está en lo indebido y lo absurdo, cohabita en la "picardía criolla". Una actitud, caracterizada por la praxis del egoísmo en las distintas facetas de la vida social, económica y política es, finalmente, aclamada, exaltada y glorificada como una victoria o como lo correcto, con lo que no quedan espacios desafectados por la anomia planificada desde las altas esferas del poder.
El atraso económico ilustra esta situación por cuanto pone a la luz de los hechos la fetidez de una praxis política promotora de la pobreza, la sumisión, el desasosiego y la aceptación del caos como norma. De ahí que, sentir presunción por lo anti ético no es otra cosa que la vigencia de la cultura de la ruindad, incrustada ya en el ser pensamiento, el análisis y toda interpretación posible del venezolano. Todo lo cual nos muestra la inconveniencia de la Picaría Criolla" como ideal nacional, aprovechado hábilmente por indeseables engendros a los cual es corresponde anteponer con lo opuesto: fuerza de la eticidad. 
Sin objeciones aceptamos que nuestro acervo cultural, y el de América Latina, no es abundante y, en consecuencia, nos distinguimos de aquellas sociedades desarrolladas, no tanto por la historia, sino por la incapacidad de anteponer lo ético a lo anti ético. Dicho en otras palabras, el egoísmo supera lo colectivo, lo nacional y lo que beneficia a todos. De manera tal que, vivimos bajo el ideal del egoísmo lo cual significa fracaso e imposibilita cualquier proyección puesto que ninguna sociedad triunfará, si cada persona busca el beneficio individual y lo anteponen a lo común. 
Deambulamos sin rumbo, irrespestando la ecología, las normas de las relaciones interpersonales, la eticidad ciudadana que es universal, no particular y por tanto no es subjetiva. América Latina, como Venezuela, demanda ciudadanos que conozcan sus deberes y sus derechos, que alcancen la cognición ciudadana para que así sea posible fortalecer la democracia y los derechos de los seres humanos. Es necesario que las personas adquieran competencias para participar y solucionar las diferentes dificultades que les son comunes, ya que los efectos no son particulares.
Por lo anterior, seguimos manteniendo la esperanza del advenimiento de una etapa que niegue el presente y donde el decoro y dignidad en lo político, en lo social y en lo económico sea costumbre, mas que una obligación. Una sociedad de respuestas éticas, y no un país atomizado por la ignominia. En definitiva, necesitamos con urgencia orientarnos hacia ese rayo del Absoluto Educativo como medio vital para construir nuestro ideal nacional, donde es común un ciudadano capaz de hacer grandes cosas para sí mismo y por su país.

Seguimos soñando con la mejor educación, para el mejor país posible


Luis Beltrán Campos Bolívar
Phd Andragogía.