Monday, December 16, 2013

Ausencia de ciudadanía, sinónimo de engaño

   Por lo general, los políticos desacreditan a quienes los critican con toda razón. Claro, en el fondo le tienen recelo y miedo pues saben que ello es cierto en la mayoría de los casos. Por esta razón suelo ver la política o "el hacer político" como un acto decadente y débil por la escasez de práctica de valores éticos de los propios actores políticos. No obstante, lo que más preocupa de este "hacer político" es la tácita manía o costumbre de engañar y manipular. Los políticos no conciben hacer política sin manipular. Esto se ha convertido en una especie de regla básica para subsistir. De manera que, quien no lo haga está condenado a desaparecer del ruedo político. Ciertamente es una pena y una vergüenza que la manipulación sea la base del hacer político del siglo XXI.
   Por otro lado, es triste que a esta altura del desarrollo humano, todavía nos encontremos con personas que permiten el engaño y luego, por inercia, la manipulación, que son dos efectos enlazados uno al otro. En otras palabras, uno facilita al otro. Pero no todo se queda ahí. Lo más desagradable es que es fácil engañar a la gente iletrada o a las que carecen de ciudadanía, porque usted puede disponer de grados de intelectualidad, condición social o económica de reconocido prestigio y pertenecer a una creencia teológica bien definida y también carecer de ciudadanía. Esto se explica en que la mayoría de las personas no saben lo que es comunismo, pero tampoco saben lo que es la democracia, por tanto, no la valoran, la protegen, la cuidan y la construyen. Como resultado la descuidan hasta el grado de permitir que la agredan y destruyan, como ocurre en Venezuela. Pero lo peor aún, es que no advierten que han sido engañados, y lo que es más triste, que será muy difícil convencerlos de que fueron engañados o manipulados. Ahí el desafío de las nuevas generaciones de actores y líderes políticos y más allá.
   Todo esto ocurre porque la cultura democrática no es tan fuerte como para evitar tales situaciones. Entonces, es de esta realidad de donde surgen cuestionamientos valiosos como, por ejemplo, qué papel juega la educación y los sistemas educativos en la constitución de una ciudadanía que conozca, valore y cuide la democracia. Pues bien, cuando los sistemas educativos lo comprendan, entonces los líderes y actores políticos mediocres lo pensarán muy bien a la hora de ofrecer y gestionar las tareas a las cuales fueron asignados, porque son servidores públicos. No es que sirven de lo público.

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.
Dios bendiga a Venezuela 

Dr. Luis Beltrán Campos Bolívar 

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