Sunday, April 7, 2013

Escenario dos: entre lo económico y lo humano

  La política y la educación dependen una de la otra. Están interconectadas, siempre ha sido y será así. La historia de todas las civilizaciones lo ratifican, pero son pocos los países que se ocupan de que así sea. En Grecia Antigua, por ejemplo, la educación tenía, como deber ineludible, preparar los guerreros que defenderían la patria y el poder constituido, lo cual era conveniente ante la inexistencia de otra forma de gobierno o de la democracia. No obstante, es éste concepto lo que en la actualidad llama tanto la atención ante el permanente divorcio e incoherencia entre democracia y educación, sobre todo cuando se está en un escenario democrático. De allí viene la perenne manifestación de fragilidad y decepción de la democracia como sistema de gobierno.
   Para nadie es un secreto que la democracia de Latinoamérica, como en Europa e inclusive estadounidense presentan graves deficiencias a partir de la ausencia de condiciones cívicas de sus habitantes, que serán siempre habitantes mientras tanto no adquieran atributos y competencias que sirven para nutrir y fortalecer la democracia, no como una idea, sino como hecho palpable donde es posible lograr metas complejas, porque los ciudadanos están preparados para ello.
   En Latinoamérica durante más de 100 años la educación ha estado desliga de la formación para la democracia. Este es el caso de Venezuela que durante los cuarenta años de la democracia representativa, y a través de diversos sistemas educativos arcaicos, no apunto a la formación de ciudadanos. Visto así, la colectividad no aprendió a valorar la trascendencia de la democracia y mas allá, no alcanzo competencias que permitieran renovar y fortalecerla. Así como el poder llego a los partidos políticos, así se fue desvaneciendo lentamente y sin pausa, en medio de deficiencias, irresponsabilidades, ausencia de éticas de gestión pública, corrupción e injusticias. Así que, con ejercicios democráticos muy deficientes que dieron al traste con los ideales de superación de bastos segmentos sociales y en ambientes de oscurantismos, fueron fácilmente sugestionados por agentes carismáticos, pero con propósitos nada beneficiosos para los logros teóricos que representan las leyes y reglamentos que están en la constitución nacional o en las disposiciones de carácter internacional.
  Hoy, cuando Venezuela se encuentra en plena lucha entre democracia y comunismo, o barbaries y sapiencias, aparece en el horizonte la oportunidad de plantearnos el escenario dos, que es el caso en cual triunfa la oposición y un gobierno de Enrique Capriles allana las posibilidades de renovar el sistema educativo, ya caduco y que no ofrece nada en un mundo de sociedades postmodernas que exigen mayor competitividad y atributos para enfrentar las vicisitudes que estas presentan.
  Un nuevo gobierno estará obligado a reorganizar el sistema educativo para que sea audaz, flexible y renovador, dicho de otra manera, que no se detiene, se transforma continuamente y reconoce que a pesar de lo adelantos proliferan personas y vecinos muy rezagados en lo cívico. Por tanto es necesario formar ciudadanos con virtudes, porque lo más valioso de un país es su gente, de nada valen los recursos naturales e inmensos caudales de capital, si estos no son administrados adecuadamente. Venezuela o cualquier país puede ser como una mujer joven, bella y muy atractiva, pero que no posee cualidades para superar las exigencias que se han de presentar comúnmente. Cuando ello ocurre los políticos picaros, como siempre, intervienen con propósitos bien definidos: obtener el mayor beneficio posible. ¿Quién dice lo contrario?
  Cuando Arturo Uslar Pietri llamo la atención sentenciando que había que “Sembrar el Petróleo”, probablemente quería significar la necesidad de formar ciudadanos, que lo correcto no era utilizar el inmenso patrimonio para construir obrar faraónicas. No. ¿De qué sirven tales obras si no contamos con ciudadanos?  ¿De qué han servido miles de millones de dólares durante estos últimos 14 años? Todo ello nos lleva a exigir al nuevo gobierno un sistema educativo que no busca adoctrinar, muy al contrario, espera que cada ciudadano, por eso el sustantivo, se acerque de modo personal y autónomo a definiciones e interpretaciones que fortalecen la democracia y otras realizaciones superiores.
   El mundo requiere sistemas educativos, ya no dominados por la visión de lo económico, que ha sido lo más importante, pues en este fin obvia lo humano. Es por ello que, las universidades, hasta ahora, han apuntado a lo económico, mientras lo humano es solo complemento –las crisis económicas de Europa y Estados Unidos y el intento de transición política en Latinoamérica anuncian una crisis humana que demanda transformación, que debe ser cívica y luego espiritual. Entonces, la educación deberá escoger entre: preparar para la ganancia y la tolerancia, entre adiestrar para la acumulación del capital y la solidaridad, entre la productividad y la sensibilidad, entre la autonomía y la sumisión, entre formar para el estado de derecho y la apatía y entre formar para lo social y lo individual.
  En resumen, podemos sostener que aquellos países donde la educación no forme ciudadanos, estarán condenados a ignominias, y eso es lo que sucediendo en Venezuela y otras partes del mundo.  De ahí que, pobre los países donde los políticos no sean ciudadanos, la ruindad será parte de sus entornos. No obstante la educación deberá equilibrar entre lo económico y lo humano, que está representado por la ciudadanía virtuosa.


Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.

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