Tuesday, October 21, 2014

El absoluto educativo y el analfabetismo del siglo XXI.

Ahora, en el siglo XXI, los ignorantes o analfabetas no son las personas inhabilitadas para leer, escribir y realizar operaciones aritméticas como sumar, restar o multiplicar; son las que agreden a la naturaleza, exhiben insolencia y descortesía, igualmente son excluyentes, intolerantes, egoístas, apáticas, sumisas, indolentes y, en consecuencia, manipulables. Pero eso no es todo, son, además, quienes desconocen el valor y el significado de los derechos humanos, sociales, cívicos, económicos y sobre todo la trascendencia de la democracia en la evolución de la humanidad. Como resultado, son incapaces e ineficaces en la tarea de orientarse hacia el logro de las Realizaciones Superiores, entre las cuales podríamos destacar: la Sostenibilidad Ecológica, la Convivencia Social, el Progreso Social Común, la Autonomía Nacional, el Estado de Derecho y la construcción del Hecho Democrático y la Dignidad Humana.
Si bien esta idea es un intento de acercamiento al ser humano para este siglo y ha surgido de indagaciones y análisis de la historicidad venezolana, muy rica en información proveniente del caos global, este afán produce, sin temor a dudas, un creciente interés, ya no por estudiar propiamente a los distintos pensadores, sino mas bien, por correlacionar sus ideas con la construcción de un ideal venezolano. Es así como surge la necesidad de dilucidar el idealismo de Hegel, como un argumento sólido y coherente con la idea de "ciudadanía virtuosa", tema el cual nos ocupa desde hace algún tiempo y sobre el cual debe sustentarse el ideal venezolano del siglo XXI.
En la introducción a la Fenomenología, Hegel señala que “el Absoluto está en nosotros y que el conocimiento es el rayo del Absoluto que nos toca". De esta manera, asume que la educación, siendo Absoluta, atiende a la historicidad de las sociedades con lo cual es cierta la posibilidad de transformar a los habitantes en seres humanos con cualidades y competencias, acordes con las demandas cívicas, dentro de las cuales la eticidad es fundamental para el desarrollo de una sociedad. Esto es, Hegel, fiel idealista y cuyo pensamiento, centrado en una sociedad donde los seres humanos pueden ser superiores, visualiza a la educación como la oportunidad para acceder al Absoluto. Una circunstancia compleja puesto que la planificación de la educación está en manos de quienes mayormente se ocupan de aspectos relacionados con el capital y no así de lo ético. Visto así, el Absoluto Educativo es una obligación ante el descalabro de la sociedades.
El pensamiento de Hegel no está dirigido a una sociedad en particular. En consecuencia permanece como universal con lo cual pudiese ser asumido por las sociedades responsables, o en caso opuesto, rechazado por desinterés o incompetencia. En el caso de Venezuela, la opacidad ética limita y niega toda posibilidad de crear un Absoluto Educativo y, a partir de allí, establecer un ideal que guíe y oriente hacia la superación y el avance nacional. Dado que el desarrollo de los acontecimientos no son los esperados, triunfa la decadencia y con ella la negación del país que muchos soñamos: un país de prosperidad. Así, entonces, lo ruin, que está en lo indebido y lo absurdo, cohabita en la "picardía criolla". Una actitud, caracterizada por la praxis del egoísmo en las distintas facetas de la vida social, económica y política es, finalmente, aclamada, exaltada y glorificada como una victoria o como lo correcto, con lo que no quedan espacios desafectados por la anomia planificada desde las altas esferas del poder.
El atraso económico ilustra esta situación por cuanto pone a la luz de los hechos la fetidez de una praxis política promotora de la pobreza, la sumisión, el desasosiego y la aceptación del caos como norma. De ahí que, sentir presunción por lo anti ético no es otra cosa que la vigencia de la cultura de la ruindad, incrustada ya en el ser pensamiento, el análisis y toda interpretación posible del venezolano. Todo lo cual nos muestra la inconveniencia de la Picaría Criolla" como ideal nacional, aprovechado hábilmente por indeseables engendros a los cual es corresponde anteponer con lo opuesto: fuerza de la eticidad. 
Sin objeciones aceptamos que nuestro acervo cultural, y el de América Latina, no es abundante y, en consecuencia, nos distinguimos de aquellas sociedades desarrolladas, no tanto por la historia, sino por la incapacidad de anteponer lo ético a lo anti ético. Dicho en otras palabras, el egoísmo supera lo colectivo, lo nacional y lo que beneficia a todos. De manera tal que, vivimos bajo el ideal del egoísmo lo cual significa fracaso e imposibilita cualquier proyección puesto que ninguna sociedad triunfará, si cada persona busca el beneficio individual y lo anteponen a lo común. 
Deambulamos sin rumbo, irrespestando la ecología, las normas de las relaciones interpersonales, la eticidad ciudadana que es universal, no particular y por tanto no es subjetiva. América Latina, como Venezuela, demanda ciudadanos que conozcan sus deberes y sus derechos, que alcancen la cognición ciudadana para que así sea posible fortalecer la democracia y los derechos de los seres humanos. Es necesario que las personas adquieran competencias para participar y solucionar las diferentes dificultades que les son comunes, ya que los efectos no son particulares.
Por lo anterior, seguimos manteniendo la esperanza del advenimiento de una etapa que niegue el presente y donde el decoro y dignidad en lo político, en lo social y en lo económico sea costumbre, mas que una obligación. Una sociedad de respuestas éticas, y no un país atomizado por la ignominia. En definitiva, necesitamos con urgencia orientarnos hacia ese rayo del Absoluto Educativo como medio vital para construir nuestro ideal nacional, donde es común un ciudadano capaz de hacer grandes cosas para sí mismo y por su país.

Seguimos soñando con la mejor educación, para el mejor país posible


Luis Beltrán Campos Bolívar
Phd Andragogía.


Tuesday, September 30, 2014

Analfabetismo ciudadano

   
   Desde la óptica ciudadana, una visual suscitada dentro del pensamiento de la filosofía educativa occidental de finales del siglo XX y acentuada en el pensamiento de Norberto Bobbio cuando en el “Vuelco de perspectivas” especula sobre la necesidad de un cambio en las configuraciones de desempeños de los habitantes, que son los gobernados, por la de los que gobiernan, que son los picaros actores políticos. Entonces, afirma que el ciudadano ya deja de ser obediente y pasa a ser vigilante, controlador y regulador de la gestión política, mientras que los actores políticos responden a estas exigencias. Así, se eleva, al campo de la política, la idea del espíritu ciudadano que, como complemento, es aceptada en el campo de la antropagogía, para no ir tan lejos pues estos espacios así lo sugieren.
   No por pura casualidad, este es un vértice de discusión y discordia, debido a que es escasamente percibido por quienes no aceptan que el conocimiento, los valores, las artes, las competencias y lo que se enseña, trasmite y facilita la escuela o la universidad deben mantener integral correspondencia con una visión filosófica auspiciante de metas garantizadoras de la democracia.
   Todo lo cual ha demostrado que la educación no ha guardado coherencia con la necesidad de formar ciudadanos para la democracia. La educación se ha ido transformando a un ritmo demasiado lento, lo que se origina la caducidad de los sistemas educativos y deja a la luz de los sucesos las deficiencias y las discrepancias humanas con las exigencias cognitivas, éticas y competitivas de cada espacio y tiempo. En este entorno, no cabe, sino, reconocer la necesidad de estudiar la posibilidad de establecer o acordar una nueva acepción del sustantivo analfabetismo como resultado de las fallas de la educación. Esta vez más amplia y, por tanto, distinta de la que conocemos desde hace décadas. En el fondo, lo que se busca es otorgar un perfil más pertinente a la educación que hoy se imparte, para que así sea posible lograr el ser humano que demandan las sociedades del siglo XXI. Esto es, en esencia, una muestra de lo que la política educativa, en una democracia, debe hacer para que la filosofía sostenga a una educación más acorde con las necesidades, en concreto, mantenga mayor correspondencias.
   El analfabetismo, cuyo significado traduce ignorancia, atraso, desconocimiento, oscuridad o tiniebla, ha sido utilizado, en la mayoría de los casos, para identificar y calificar a las personas con carencias cognitivas, inhabilitadas para el acto de lectura, escritura y ejecución de operaciones básicas de matemáticas, como suma, resta o multiplicación. Hoy en día, este término requiere una amplitud semántica que satisfaga las distintas demandas en las que el mundo actual coloca al ser humano. Entonces, dado que, ya no se trata de leer, escribir, sumar o restar, el espacio físico y temporal de Venezuela y el mundo ha revelado la ignorancia ciudadana o mejor, el analfabetismo ciudadano, que es responsabilidad de la educación, incompetente a la hora de formar seres con virtudes. Triste verdad. 
    Admitamos que los nuevos tiempos dejan a la luz de los hechos grandes verdades; inocultables y evidentes deficiencias cívicas, de diversa naturaleza, que deben ser calificadas, estructuradas y organizadas en favor de aplicar las soluciones probables. Por supuesto, todas en el marco de la planificación de una ciencia que, como la educación, siempre ha estado rezagada, cuando debería, sin proponerlo, comprender el origen de los eventos, descubrir y visualizar las deficiencias del conocimiento, los valores, las artes, las pericias y las competencias para que luego, muestre la fortaleza para corregir y responder satisfactoriamente a los tiempos. 
   Como nada de esto ha sucedido, seguimos apostando al éxito de la educación, advirtiendo que la meta no se trata de disminuir la cantidad de personas sin habilidades para la lectoescritura, la aritmética y el cálculo. No, ahora mismo necesitamos enfrentar la rigurosidad de la certeza del analfabetismo ciudadano entre nosotros, que lo sentimos a cada instante y que debemos disminuirlo prontamente. Reconozcamos que sus limites atentan asombrosamente contra la posibilidad de sostener la ecología del planeta, la armonía entre los seres humanos, la construcción de sociedades más humanas, tolerantes, plurales, participativas, inclusivas y donde la democracia no sea agredida continuamente.
   Aun cuando estamos viviendo cambios fulgurantes que han dejado a la sociedad aturdida, sorprendida y sin respuestas, todavía hay decenas de países que luchan por disminuir a los iletrados, cuando el mundo nos exige que la meta de la educación debe estar más allá; que debemos formar ciudadanos para potenciar la posibilidad de mantener los recursos renovables para las futuras generaciones, lograr vivir en armonía aun en la contrariedad política y fortalecer y construir continuamente la democracia.   
   Lejos, muy lejos están aquellos quienes hablan de la necesidad de un encuentro ciudadano o piensan que la lucha es desaparecer el analfabetismo tradicional. Pues no, la lucha, la verdadera lucha está por comenzar. Se trata de formar ciudadanos con virtudes como única estrategia para sostener la vida en nuestro Planeta Tierra sin que acabemos primero con ella y que la ambición por el poder y la perversidad acaben con la vida sobre ella.

Seguimos soñando con la mejor educación, para el mejor país posible.

Dios Bendice a Venezuela, Amen.


Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar

Saturday, August 9, 2014

La guerra económica, lo incauto y lo perverso

   "Cuando la ignorancia prevalece sobre el conocimiento, las cualidades y las competencias ciudadanas las mayorías solo tienen posibilidades de constituirse en dóciles, sumisas y por tanto dúctiles. La tarea es, entonces, transformarlas en ciudadanos virtuosos". 

   Esta es la visión sobre el ser humano y la praxis democrática que deberá dominar en el siglo XXI. Al respecto, y sin temor a incertidumbres, Hitler, Lenin, Stalin, los Castro o Chávez, líderes y representantes del autoritarismo y los bajos instintos humanos, como tal, advirtieron las debilidades de las mayorías, aplicaron medidas disuasivas, manipularon y sustrajeron cuantiosos beneficios. Desde esta óptica consideraron a las mayorías débiles y, en consecuencia, féminas, ya que podían lograr sus propósitos con escasa dificultad.
   No obstante, es la dinámica del convulso escenario político contemporáneo, caracterizado por la fragilidad de ejercicio democrático y posteriormente la transición hacia el comunismo en Venezuela, asimismo, el zarpazo del comunismo en países de América Latina, la crisis económica o la corrupción, el deslizamiento de la calidad de vida por los recortes y los efectos que tienen sobre parados en España y la Primavera Árabe, lo que finalmente revela las deficiencias ciudadanas.
  En el caso de Venezuela, han favorecido la imposición de estrategias políticas populista, demagógicas y, en algunos casos, inhumanas. La guerra económica por ejemplo, es la estrategia comunicacional, utilizada para manipular y controlar a millones de personas con ignorancia política. Esto es, la escasez de cognición ciudadana o la incapacidad para analizar e interpretar, por si solos, la naturaleza, los propósitos y los fines que se persiguen, y más allá defender y construir la democracia. Como resultado, el régimen se dirige hacia el comunismo como sistema político y no hay reacción, la indolencia y la resignación se extienden y constituyen en parte de la cultura política. Esta es la certeza es la causa de la indiferencia y la aceptación de un destino que pocos conocen y muchos ignoran. En extracto, la Guerra Económica es el ardí utilizado por el régimen para manipular a las mayorías. Su argumento central es hacerles creer que la culpa del caos proviene del imperio y la burguesía apátrida. Su objetivo a mediano plazo es la imposición de la economía de guerra y finalmente la aplicación del comunismo como forma de vida. Sencillo.
   Hasta ahora los planes se han logrado, con alguna dificultad pero allí están, no tan veloz como quisieran los que lo planifican. El desmantelamiento del aparato económico, la destrucción de miles de hectáreas para la producción agrícola, la reducción de las empresas de manufactureras mediante la expropiación o la ruina, la devaluación de la moneda nacional, el enriquecimiento ilícito, la corrupción, la estafa, la traición a la patria y por último, la venta de CITGO son medidas planificadas para convertir al país con mayores posibilidades en América Latina en un país pobre. En lo político, los partidos mantienen modelos organizativos arcaicos y obsoletos que inhiben la innovación. Se anulan entre si. Agonizan bajo la mira incrédula de las mayorías y facilitan, al régimen, la estabilidad. En extracto, la guerra económica está muy bien pensada para sus fines, pero nos muestra cuán cruel suele ser la animalidad del ser humano, que en conjunto con la ignorancia del pueblo facilitan este repudiable proceso político.
    A través del tiempo, la praxis política se ha apoyado en hacer oír y creer, a las masas, lo que desean oír. Luego, las masas asumen que las esperanzas deben quedar en manos de una persona, de un líder quien se encargará de lograr las expectativas en un tiempo determinado. Bajo este principio la acción política no está necesariamente enlazada con lo ético. Al opuesto, es solo la estrategia para lograr el consentimiento, el agrado y luego la sumisión y en engaño de los ignorantes. Esta interpretación no es anti política, como muchos líderes y actores políticos desearían hacer creer. Es, mas bien, lo que demandan los más débiles, quienes requieren que les formen como ciudadanos y no como simples profesionales preparados para el trabajo y el supuesto éxito económico. La Venezuela que viene deberá ser de ciudadanos en la política y en otros ámbitos. Los habitantes demostraron sus deficienicas.

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.


Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar
Andragogo

Sunday, August 3, 2014

Mesa de la Unidad. El ejemplo?

     Lo que sobrelleva Venezuela no es otra cosa que un proceso de transformación del ser humano. No es el modelo político, tampoco es lo económico o lo social. Es el ser humano, quien por medio de etapas criticas y adversas a la naturaleza, cualidad o condición humana, ingresa al mundo de los cuestionamientos permanentes que darán con una certeza personal y luego colectiva de donde se iniciará el encuentro con la verdad, con la certeza de que lo político, lo económico y lo social depende de nosotros, del ser humano.
      La tarea de todo ser humano es aprender de las experiencias. Son estas las que nos permiten transitar, de lo que hoy somos, de simples habitantes a ciudadanos. Los habitantes, con la escasez de cualidades y competencias, hemos favorecido que el comunismo, disfrazado de populismo y carisma, se establezca y genere desaliento, desencanto y frustración. No obstante, desde este escenario se producirán las decisiones que darán paso a la evolución de la ciudadanía en Venezuela y América Latina.
       De esta realidad nadie escapa. Desde los partidos, pasando por sus actores y líderes políticos se siente la necesidad del cambio. En consecuencia, son los políticos los que deben generar los ejemplos requeridos. Son, aunque muchos no lo creen, puesto que poco les interesa, quienes modelan la sociedad política, en otras palabras, el hacer político. Ello no es una sospecha. Es la tarea más difícil pues nadie estará dispuesto a reconocer sus errores, fallas y desaciertos, pero las circunstancias lo exigen. El protagonista en esta lucha no es el actor político; es la restitución de la democracia y ese deberá ser el centro de análisis, decisión y acción.
     Visto así, Venezuela necesita que sus líderes muestren y exhiban comportamientos nobles y pertinentes como la decisión del Secretario de la Mesa de la Unidad. Un hecho natural, lógico y necesario pues facilita la renovación y construcción de nuevos mecanismos de comunicación más eficientes ya que las grandes mayorías que así lo solicitan. 
       Si analizamos a las organizaciones políticas que animan el calor de la crisis actual dentro de la unidad democrática, se observa la verticalidad, el control del poder y la exclusión lo cual constituyen puntos contrarios a la renovación organizativa, al crecimiento del ser humano como protagonista de la constitución de la cultura democrática, capaz de sostenerla y construirla constantemente. A simple vista, no se produce el modedelaje esperado. Lo que se evidencia es, precisamente, lo que obstruye y limita los cambios
     En este momento todo depende de los seres humanos que lideran los distintas organizaciones. En la Mesa de la Unidad, por ejemplo, sobresalen los bajos instintos que garantizan el control y el poder, lo cual no es democrático y menos ciudadano. Se demuestra que la praxis política no es otra cosa que la mayor empresa de modelamiento ciudadano, una de las mejores oportunidades que tenemos para avanzar y que Venezuela ha desperdiciado por décadas. Señores políticos demuestren que su oficio no es beneficiarse de lo público, sino ser servidores públicos. Necesitamos ciudadanos en desempeños políticos. No habitantes en cargos políticos.

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible


Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar


Saturday, June 21, 2014

Ser cognoscente, base de la cognición ciudadana

     Preguntar, indagar o la inquietud espontánea y natural por aprender más sobre lo que nos rodea y nos afecta, es parte del ser humano. Constituye la esencia y representación fiel del ser cognoscente, quien se exige aprender más para prosperar y no acepta ser objeto de la acción política, la publicidad o la moda. Esto es, utilizando las facultades cognitivas, desarrolladas por los mecanismos ofrecidos por el estado, entonces, y solo así, haciendo uso de la cognición ciudadana, que se corresponde con el ser cognoscente, es sujeto, es protagonista de su andar, de su progreso que no es individual, es colectivo en cuanto que a mayor cognición ciudadana, mayor será el avance social común.
   Preguntar y cuestionar debe ser la actitud habitual de los seres humanos. Vivir sin reflexionar, decidir y actuar no es propio del ser cognoscente, pues la existencia es, fundamentalmente, una actitud de inconformidad perenne, de buscar y encontrar soluciones que no son definitivas. Si las dificultades son continuas, las soluciones siempre serán transitorias y los esfuerzos creativos también. En cambio, la complacencia y la inacción permanente es la causa de toda sumisión, imposición y pobreza. Por tanto, sin averiguar e inferir imposible sería acercarse y descubrir lo que guarda el inmenso mundo del conocimiento, pero sobre todo, valorar y aceptar la acción apegada a lo ético promueve la armonía y allana el logro de metas comunes. De lo ético, seres humanos no deberán separarse.
   Lo significativo, entonces, es cuestionar, desarrollar un pensamiento, mas que crítico, ciudadano, humano. Entonces, ya no se discute sobre las causas de la acumulación de capital, del fracaso del consumismo, la plusvalía y la lucha de clase. Ahora, interesa más ser urbano, cuidar los ecosistemas, poner en práctica la responsabilidad social empresarial y promover un sistema económico solidario, cultivar la tolerancia, la pluralidad y la participación y, construir permanente de la democracia, porque no es un dogma, requiere construirse día a día y, en fin, proponerse a ser menos materialistas y consumidores y mas humanos y espirituales.
    El siglo XXI exige un nuevo ser humano. Esta no es una ambición o una idea abstracta. Es, principalmente, un elemento vital, plenamente justificado, para las sociedades democráticas ante la irreversible desaparición fáctica del comunismo como ideología, la preeminencia de la democracia, pero, al mismo tiempo, los deficientes ejercicios democráticos, el progresivo ensanchamiento de las desigualdades sociales, la indómita corrupción, los continuos conflictos bélicos, las violaciones a los derechos básicos, humanos y civiles, la agresión a la naturaleza, el calentamiento global y la debilidad de la justicia. 
   Esta descripción revela un mundo en el cual los seres humanos carecen de cualidades. Evidencia, en extracto, la ausencia de ciudadanía como un evento palpable, comprobable y científico del cual, hoy, vemos los efectos perversos. La escasez de cualidades y competencias producen caos y guían a la civilización contemporánea en la dirección equivocada. Los hechos, ya comprobados, revelan la ausencia de urbanidad en las ciudades pues la descortesía se exhibe como conducta aceptada; la intolerancia, la exclusión, el egoísmo y la agresión evidencian la escasez de eticidad ciudadana, los embates contra la naturaleza ahora son hechos cotidianos y la violación a los derechos ciudadanos y básicos se perciben como comportamientos normales. Ante esta realidad, el mundo requiere que la educación apunte a la formación de seres humanos cognoscentes, en otras palabras, ciudadanos que enfrenten y solventen estos desafíos con las habilidades desarrollas en la escuela, liceos y universidades.   
   Si bien, el mundo hoy requiere una educación a nivel de las demandas, quienes la diseñan no han identificado cual sería el fin educacional en el siglo XXI. No visualizan la ausencia de ciudadanía como una situación a superar. Así que, sería inviable formar los sujetos y protagonistas del devenir, capaces de revertir esta decadente realidad, erigiendo sociedades mas humanas. Necesario es, en estos tiempos, consolidar un movimiento, de carácter mundial, que rescate el sentido humano de la educación y admita la ausencia de ciudadanía como un hecho científico que puede ser controlado y superado para bien de la humanidad.
  Los seres humanos muestran carencias ciudadanas palpables y pueden ser registradas, clasificadas. Posee variables como la familia, que no posee las condiciones para enfrentar y superar el desafío ético formativo, los medios de comunicación tienen la misión acumulativa y promoción del consumismo, los partidos políticos deambulan sin capacidad de modelar, signados por el desprestigio propagado por actores políticos anti éticos y defienden de la crítica calificándola "anti política", la escasa cultura democrática limita la participación y construcción de la democracia, finalmente, la educación que durante siglos se ha equivocado formando puramente para el trabajo, y no para formar, a los seres humanos, a ser mas humanos. 

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.
Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar
@postmodernidad 



Sunday, June 15, 2014

Ausencia de ciudadanía, ¿error educacional?


   Aun cuando se confirme el hecho de que las personas egresen de universidades con títulos y reconocimientos, conformen célebres círculos científicos, intelectuales y académicos nacionales e internacionales, estén vinculadas a cultos religiosos que exigen cumplir la palabra de Dios, ostenten poder económico, constituyan pujantes consorcios empresariales, posean origen étnico especifico, establezcan, con popularidad, liderazgos políticos, gremiales y sindicales, ejerzan docencia en diferentes niveles, sean activistas por los derechos humanos, civiles y económicos, en fin, conserven disimiles distinciones idiosincrásicas, estas particularidades personales no garantizan que, como ser humano, dispongan virtudes ciudadanas. Esto es, entonces, indiscriminación idiosincrática, una de las características de la ausencia de ciudadanía o ignorancia ciudadana, factor determinante del rezago de las sociedades democráticas en el  siglo XXI.  
  Los seres humanos, indistintamente de las características personales señaladas, y otras que seguramente envuelven nuestra percepción, mostramos exiguas actitudes ecológicas y urbanas, igualmente, exhibimos insolvencia ética, escasez de cognición cívica y prestancias participativas lo cual revela, en concreto, la ausencia de virtudes cívicas, una situación de los seres humanos que impide construir y conservar una mejor sociedad.  Esto es, incuestionablemente, el resultado de una educación que no se ha ocupado, durante siglos, de formar ciudadanos; lastimosa realidad de la que no escapan los habitantes de las naciones desarrolladas, como tampoco las que están en vías a lograrlo.
   Distinguida así, lo peor que le puede suceder a un país es que la ignorancia ciudadana sea transferida de generación en generación, sin que se cuestione por qué acontece y, más aún, sin que se apliquen las artes educacionales, promotoras de saberes y talentos requeridos, por quienes consideran que la alianza entre cognición, competencias y praxis ética es vital para constituir mejores sociedades.  
  Los acontecimientos socio-históricos comprueban que la ignorancia ciudadana o la ausencia de ciudadanía se presenta como una realidad difícil de disminuir por medio del simple y puro acto de enseñar a leer y escribir o por medio de la preparación de profesionales para el trabajo y éxito económico. Indudablemente, durante siglos, el error de la educación ha sido la postración de los sistemas educativos, y la aplicación de modelos educacionales, ante ópticas educacionales obsoletas con la que la educación básica, media y universidades no agregan competencias y cualidades ciudadanas a las distintas generaciones. Siempre ha permanecido centrada en desarrollar la competitividad, a desarrollar lo egoísta, mientras lo humano, que está presente en lo ecológico, lo urbano, lo cívico y lo democrático permanece oculto. Por tanto, no es extravagante subrayar que vivimos en un mundo con exorbitante ignorancia ciudadana y que los sistemas educativos se encargaron
 de reproducir el oscurantismo cívico. Un submundo donde lo normal es no aprender actuar adecuadamente, a preservar la naturaleza, a reflexionar e interrelacionar los hechos, a conocer, valorar, hacer valer los derechos humanos ciudadanos, a participar con prestancia en decisiones trascendentales y construir la democracia, porque ello requiere esfuerzos permanentes en lo cognitivo, lo ético y lo cualitativo. Como resultado, no formar ciudadanos conduce al caos, al egoísmo, la exclusión, la pobreza y la desidia que, como estilo de vida, solo acarrea el fracaso.
  Así que, por ejemplo, los logros que permitieron a la Revolución Cubana reconocimientos internacionales, por parte de la UNESCO, en el siglo pasado, hoy son estruendosos desaciertos, migajas del inmenso océano de conocimientos, cualidades éticas y competencias participativas necesarias para que una persona pueda ser considerada un ser humano integro. La lucha contra la ignorancia no se refiere a enseñar a leer y escribir y preparar para el éxito económico. Va mucho más allá.
   En el siglo XXI, la educación, más bien, deberá apuntar al logro de conocimientos, competencias y la praxis ética en distintos órdenes. Es necesario enseñar a comportarse adecuadamente en distintos escenarios, a procurar relaciones cordiales, mercadas por la cortesía y la decencia. La educación debe insistir en enseñar a infantes, adolescentes, adultos, adultos mayores y hasta en la ancianidad, por medio de la antropagogía y siempre que haya interés y condiciones psicobiológicas, a utilizar y salvaguardar la naturaleza, a lograr la tolerancia, el respeto, la pluralidad, la participación y el consenso mancomunado. Poco hace la educación si se enfoca en leer y escribir, si no logra la cognición de las ideas supremas como respeto, participación, democracia, derechos humanos, sociales, políticos y ciudadanos los cuales son esenciales para hecho democrático. 
   Ignorancia ciudadana no se entiende, solo, como carencias de conocimientos. No. A la luz de la transitoriedad del conocimiento e inestabilidad de las teorías, es una situación infausta entre los seres humanos, porque, como tal, limita competencias y cualidades, que impiden cuidar ecosistemas, ser urbano, ético, cívico y participativo con lo cual es imposible orientarse hacia el logro de las Realizaciones Superiores.


Seguimos soñando con la mejor educación, para el mejor país posible.


Phd. Luis Beltrán Campos
@postmodernidad

Tuesday, April 1, 2014

Condición humana, crisis ética y ciudadanía

   La crisis política, económica y social de Venezuela, en el fondo, denota las miserias del ser humano que, a nuestro juicio, evidencian las distintas bifurcaciones que la condición humana genera, cuando aparece la codicia como vía para lograr metas en algunos aspectos de la vida, especialmente en la política. Este es, sin duda, un asunto complejo de explicar, pero que es viable comprender por los efectos perversos que ellos originan y que son tangibles en contextos personales y nacionales. Son claras las ilegalidades y los perjuicios que sufre la sociedad venezolana a comienzos del siglo XXI, como producto de las bajezas del ser humano en la praxis política.
   Este drama surge porque, entre otras causas, están presentes determinadas condiciones, como por ejemplo, el proceso de transición política que se viene implementando desde 1998, el extraordinario caudal de recursos económicos provenientes de la explotación y comercialización petrolera, la fragilidad de la democracia como resultado de continuas y deficientes gestiones, el consiguiente descrédito de actores y partidos políticos y, fundamentalmente, debido al déficit de cultura democrática, comprobada en la manifestación mayoritaria de habitantes, en vez de ciudadanos. 
   Indiscutiblemente, este contexto promueve el desarrollo de un proceso inédito, que estimamos como un paso firme en el tránsito hacia una etapa más espiritual, menos materialista. Sabemos que este un proceso en cual nunca nos hemos detenido, solo que ahora la historia nos revela que es como especie de impulso que se está movimiento para dar el gran salto de carácter humano y espiritual. 
   Visto así las vicisitudes del conflicto que vive Venezuela, este evento no es solo una lucha entre dos ideologías. Es, sobre todo, una riña entre las ruindades y las integridades del ser humano. De modo que, muy en el fondo, lo que se revela es cuán miserable suele ser el ser humano cuando expone lo básico, lo intrínseco de la condición humana. Por ejemplo, cuando surgen propósitos perniciosos, porque buscamos beneficios, entonces aceptamos la violencia como medio para lograr y conservar el poder, asimismo, creemos que la sobre explotación ecológica es el único medio para el desarrollo humano, de igual manera, admitimos que la ausencia ontológica no es obstáculo para lograr triunfos y, por último, vemos la manipulación y el control como la norma para obtener éxitos y conservar el poder. Estos rasgos nos explican cuan complejos somos.  
   Es por ello que, hoy sabemos que la ascensión de la quiebra ética, en su mayor expresión, al poder no fue otra cosa que un acto de desesperación de las masas ante el descalabro continuado de la denominada democracia representativa, que dejo transcendentales responsabilidades en actores políticos anacrónicos, tanto en lo competitivo como en lo ético. En reciprocidad con este hecho, quien fuese militar, y luego electo presidente, no represento jamás la solución. No tenía posibilidades de serlo. Pero, cómo puede un ser humano, con una formación militar, responder a las inmensas demandas sociales, políticas, económicas y sobre todo éticas. No tenía posibilidades de triunfar. Las instituciones militares, por excelencia, se rigen por la modernidad, un paradigma estricto que se entiende como un circuito cerrado e incuestionable. Al igual que el militarismo, promueven las órdenes y las leyes, no diálogos cognitivos. Se sostiene en la verticalidad como estructura de organización y distribución del poder y la verdad; por tanto, obedecer es la tesis del militarismo. No, por casualidad, el comunismo y el militarismo mantienen similitudes. De modo que, es imposible que un militar pudiera desarrollar una visión de amplitud manifestando respeto, tolerancia e inclusión. En cambio, no fue incomodo imponer las bases para transitar hacia el comunismo.
   En nuestro país se desarrollan eventos que descubren de manera cruda e inverosímil de la condición humana, la cual se revela en la calidad ética de los líderes y de los que están en la oposición, pues no solo los que están en el poder manifiestan mezquindades y ruindades. Es un proceso interno y continuo en el que los involucrados en la praxis política están obligados a corregirse permanentemente para no sucumbir ante las diversas debilidades como el dinero fácil, tal es el caso de Venezuela. Esta cruda realidad nos conduce a considerar que los seres humanos somos el enigma a resolver. De ahí que, en el siglo XXI no es conveniente describir ni diagnosticar. La tarea es aportar soluciones o alternativas de solución. Y en nuestro caso, es oportuno presentar salidas más humanas que materiales.
   Este rompecabezas omnipresente se extiende a América latina y el resto del mundo, que no escapa de las inmensas dificultades de carácter ético, que es el origen de todas las crisis y donde unidos debemos abordar con suficiente moderación, pero también con abundante firmeza; ya que el propósito es redimir y reajustar la sociedad, lo cual por si solo es un desafío permanente.
   Exponemos esta declaración puesto que distinguimos el desarrollo de los acontecimientos, en nuestro país, como uno de esos eventos históricos y sociales que desnudan la crisis de la modernidad ante la inminente entrada de la posmodernidad, que revela la necesidad de contar con ciudadanos que construyan la democracia y mas allá sean seres sensibles. Entendido así, el chavismo se opone a la evolución de la ciudadanía y el fortalecimiento de la democracia. Es por ello que, esperamos que al final triunfe lo humano, sobre lo inhumano, el valor por la vida sobre la violación de los derechos humanos, la libertad sobre la sumisión y la democracia sobre el comunismo. Y luego, el ser humano, en carácter ciudadano, deberá fortalecer y construir la democracia, pues no puede haber democracia sin ciudadanía y ésta, a su vez, no puede constituirse sin la praxis de los postulados democráticos. Una depende de la otra.  
   Aunque se estime petulante la expresión “podemos ser el mejor país de América latina”, no es menos cierto que los venezolanos lo aseguramos, en tanto que, sabemos que Dios nos bendijo con una naturaleza extraordinaria. Nuestro país posee colosales riquezas en petróleo, oro, diamantes y uranio, aunado a tierras fértiles y de gran calidad. Las bellezas naturales son sorprendentes y diversas. Las playas, los llanos, las montañas, los bosques y los diferentes climas nos ofrecen sendas oportunidades para expandir el turismo a niveles superlativos. Además, cuenta con una posición geográfica envidiable para el intercambio comercial, pues está situada de cara a los Estados Unidos, Europa y África, lo que es simplemente grandioso. Vivimos en un país relativamente joven, con una historia que lo destaca como cuna de la libertad en el siglo XIX, y lo que es más importante, sabemos que podemos avanzar más de lo que hemos progresado hasta el presente. En otras palabras, si superamos esta inédita e infausta intención de imponer el comunismo y nos centramos en todo lo que podemos alcanzar, Venezuela podrá ser un país de primera. Con ello especificamos lo que todos sabemos: poseemos los recursos económicos y naturales para nuestro desarrollo, pero nos ha faltado el capital humano necesario. En resumidas cuentas, requerimos seres humanos con excelsas cualidades y competencias para alcanzar grandiosas tareas que hemos de afrontar. Todo lo opuesto es lo que ha ocurrido hasta el presente. Es hora de cambiar.

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor pais posible 


Dr. Luis Beltrán Campos Bolívar
Andragogo