Venezuela vive un escenario único en su
historia política, social, económica y humana. Esto último porque todo recae en
el ser humano, porque es necesario comprender que el origen de todas las crisis
está en el ser humano, como se ha mencionado en reiteradas oportunidades. Así que,
sin temor a equivocaciones, este acontecimiento que marcara el fin de una sociedad
y el principio de otra y que se parece a otros eventos de la región, como el de
Chile y Perú, o El Salvador y Nicaragua, por ejemplo, ya que todos presentan el
enfrentamiento entre el atraso que significa el comunismo y la democracia que, de
ahora en adelante, está obligada a construirse permanentemente, pues debe
demostrar que es el sistema político que satisface los complejos y exigentes
derechos ciudadanos de sus pueblos y su gente, no es más que un colosal paso en
el camino hacia la constitución de seres humanos más humanos.
Lo que denominamos como Chavismo ha sido un
periodo que ha favorecido el esclarecimiento de grandes enigmas que revelan el
paso de lo moderno hacia lo postmoderno en una sociedad con intensos rasgos
modernos en todas sus esferas. Primero porque se ha intento transitar desde lo democrático
hasta lo comunista o autoritario, lo cual ha dejado al descubierto una estela
de revelaciones que dejan a líderes, actores y organizaciones políticas, instituciones
públicas, sistemas educativos, empresas privadas, organizaciones civiles o gubernamentales
y claro, al propio habitante sin la menor correspondencia con la visión de las
sociedades del siglo XXI. Ello nos indica que no tienen respuestas a las
demandas éticas y competitivas del presente, pero ello no es únicamente un asunto
de Venezuela; existen otras instituciones de carácter internacional como la OEA
y UNASUR, por mencionar las más cercanas, que ni siquiera defienden los
derechos civiles y políticos, y por tanto son inviables. Es más, parecen de épocas
ya superadas. En verdad esta es una penosa y vergonzosa realidad.
Como se ha señalado, el asunto está
relacionado con los seres humanos y, por tanto, es allí donde radica el centro
del problema. Ahí está, lo que hace a éste evento distinto de otros otros. En otras palabras, la ausencia de ciudadanía ha favorecido a este transitar,
hacia lo inaceptable y lo inhumano. Ello nos indica que este acontecimiento
va ser histórico y trascendente, tanto que impactará en la evolución
de la democracia y la ciudadanía, no solo en la región, sino en el mundo,
porque este dúo es inseparable e indispensable para el éxito de las sociedades democráticas.
En esencia, este ha sido un intento de transitar
desde la democracia representativa hacia el comunismo como forma de vida lo cual es totalmente irracional e ilógico y ha elevado la diatriba política a niveles
inaceptables e inauditos, con situaciones inesperadas que exponen la
ausencia de condiciones cívicas, no explicadas en detalle por ahora. Sin duda, disimiles escenas y escenarios han permitido exponer las escasas condiciones ciudadanas de la población venezolana y, es a partir, de esta realidad, cuando se revela que sin ciudadanía no
es posible la democracia. Es decir, no es viable cuidarla, protegerla y
construirla permanentemente; una situación que ocurre en todos los países de
nuestra región y probablemente en otros países del mundo, lo cual nos hace
inferir que esta situación podría repetirse en otras naciones. Pudiera ser
detonante de eventos como el de Venezuela.
Venezuela,
como toda América Latina, es una nación atrasada, mayormente debido a que sus habitantes
no han traspasado el umbral de la vecindad cognitiva, en otras palabras, son personas que
habitan ciudades sin introducirse en mundo de las cualidades,
atributos y competencias que caracterizan al ciudadano. Son habitantes, no son ciudadanos. Ello se explica en la escasez de
condiciones para valorar y hacer valer importantes conceptos como libertad, pluralidad,
tolerancia, derechos humanos, básicos y ciudadanos. Esta deficiencia es la que facilita la manipulación
y el control, generando espacios al comunismo, que como idea política solo tiene posibilidades
en las debilidades de la democracia, que no estará fortalecida sin la manifestación
ferviente de ciudadanos. Así que, la democracia no podría jamás mantenerse con
vecinos.
Ante esta realidad, los países tienen un desafío
descomunal: transformar los sistemas educativos para que estos, a su vez, transformen a los vecinos y habitantes en ciudadanos. El primer obstáculo es
que quienes se hacen llamar políticos demócratas no ven más allá de sus
narices. La democracia demanda de políticos ciudadanos y eso por ahora no parece
fácil.
Seguimos soñando con la mejor educación para
el mejor país posible.
Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar