Sunday, January 24, 2016

Renovaos vuestro entendimiento o morid

     Interpretando referencias que nutran la idea de formar ciudadanos encontramos en la Biblia, el libro de la Fe cristiana, una agradable sorpresa. Allí Pablo nos dice: "no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta"; Romanos 12:2, RV1960. Esta singular cita, ubicada probablemente entre los años 50 y 60 d.C, presenta al apóstol Pablo quien, ungido por el Espíritu Santo, escribe la carta "a sus queridos hermanos de la iglesia de Roma" (1.1). Saulo, un judio de origen y creencia, quien previamente perseguía y asolaba a los cristianos, pero luego es converso y transformado en Paulo, es el apóstol a cual Dios utiliza para aconsejar a los primeros cristianos de Roma, sobre lo que deberían hacer para identificar la buena voluntad de Dios.
     Este versículo denota una profundidad filosófica y profética que sobrepasa el entendimiento de los pensadores y eruditos posteriores, quienes, por lo general, desechan la Palabra de Dios por orgullo, arrogancia y prepotencia, ignorando la verdad indiscutible que es Dios. De esta manera, el mundo prefiere orientarse bajo el criterio del hombre y; es así como los centros de formación académica, - escuelas, liceos y universidades-, desatienden los fines supremos demandados por la humanidad y que, Dios con su misericordia nos ofrece por medio de Pablo.
     Con el propósito de comprender este versículo necesario es, en primer lugar, admitir que el sustantivo conformarse traduce aceptar o adaptarse a algo. Pues bien, conformarse es, en esencia, la actitud de permanecer o vivir atado a un modelo o paradigma de entendimiento e interpretación inmutable, único, inalterable y sin posibilidades de cambio; de modo que conformarse es perder la oportunidad de avanzar, expandir conocimientos y saberes, para así allanar el camino y ser auténticos ciudadanos, no simples habitantes del mundo. En el caso de las personas apáticas, indiferentes y resignadas con lo aprendido es imposible renovarse y transformarse a sí mismas y menos esquivar las trampas a las que son expuestas diariamente; conformarse es quedarse estacionado sin posibilidades de dilucidar o diferenciar entre lo correcto e incorrecto. 
     Permanecer con lo aprendido es estancarse y lo estancado se descompone, se hace impropio. Es rendirse, abandonarse y dejar que el tiempo y los elementos transcurran impidiendo descifrar y comprender la naturaleza de los fenómenos sociales, comunicacionales, tecnológicos, políticos y económicos y, más allá, es la incapacidad para reconocer lo maligno que está en la moda, la publicidad, los placeres, la belleza, la estética, la simpatía, el carisma, la popularidad, los derechos, las artes y la riqueza, por ejemplo. Quienes no se renuevan están condenándose a ser la cola y nunca el eje transformador de una sociedad pues son como las hojas secas, que luego de caídas y reposadas, son arrastradas según la fuerza y la dirección de la brisa; no tienen el poder para desplazarse por sí solas; están condenadas a ser objetos y nunca sujetos del movimiento que innova. Estar satisfechos con lo que se sabe es cerrar la puerta a la innovación, es aceptar a vivir en el pecado, el error, el atraso, la manipulación y el control, origen de la pobreza, el populismo, la demagogia y la muerte.
     En opuesto, el sustantivo renovación significa actualizar e innovar y; dado que se trata del entendimiento, se asume como una cualidad de las personas que permite, por medio de la interpretación y la comprensión, probar, comprobar y ratificar la buena voluntad de Dios. En otras palabras, Dios nos dice que, con la renovación del entendimiento es posible identificar aquellas cosas que nos perjudican y las que nos favorecen; permitiéndonos seleccionar el camino correcto. Así que nos invita a mostrar una actitud transformadora, dinámica y nunca pasiva e indiferente ante la vida y el entorno. Renovarse significa mantener una actitud que se inicia en la interpretación de los fenómenos desarrollados, apertura el entendimiento de las diferentes aristas que conducen a comprender la naturaleza de los eventos, para que luego, evaluemos, valoremos y la decidamos de la manera correcta. En extracto, es renovar el entendimiento, caminar con inteligencia y audacia en la vida, actualizar el conocimiento y los saberes, lo que en definitiva, ayuda a ser más eficientes, efectivos y eficaces. De este modo es posible ofrecer respuestas pertinentes a las exigencias, pero sobre todo, vivir bajo los estatutos que Dios nos ha dado.
     Nadie, consciente de esta verdad, negará la importancia de innovar, expandir conocimientos, los saberes y la propia inteligencia, pues renovar el entendimiento es ser inteligente y la inteligencia no viene solo de comprender sino, más bien, de renovar la comprensión a fin de que podamos entender el por qué, las causas y las consecuencias de los eventos o cosas, tanto de las que nos convienen, como de las que nos perjudican. Dios por medio del Espíritu Santo usa a Pablo y nos deja este versículo en el cual nos invita a sustituir continuamente los saberes y el entendimiento, para que así podamos dilucidar entre lo apropiado e inapropiado. 
     El ser humano posee capacidades biológicas, psicológicas e intelectuales para seguir aprendiendo por medio del libre albedrío y de la inquietud propia que produce el ser cognonscente, entonces profundiza sus razonamientos, logra la comprensión y el entendimiento de los eventos; en consecuencia, aprender, innovar, inventar y avanzar le es natural. El ser humano obediente sabe que toda innovación no es buena por sí sola, pero eso debe estar preparado para comprobar e identificar la buena voluntad de Dios, que siempre es agradable y perfecta, pues Dios no quiere que seamos engañados, ni utilizados y menos controlados por el hombre. En este sentido, Dios nos ha provisto de cualidades específicas para que identifiquemos lo que nos perjudica y decidamos cómo actuar adecuadamente. 
      El desconocimiento de la palabra de Dios ha llevado a la educación de Venezuela, como al resto del mundo, a enfocarse, casi en exclusivo, a preparar para el trabajo, la producción, la ganancia, el resultado rentístico, en síntesis, para la acumulación de riquezas monetarias o materiales. Hasta ahora las carreras, -exceptuando la docencia- están de alguna manera dirigidas a obtener provecho, al intercambio comercial, bajo la premisa de que el capital es lo que mueve al mundo y es el origen de la felicidad. En base a este esquema son válidas las artimañas que hacen posible el éxito individual o colectivo, de un lado quedaron rezagados otras metas. Aquí, entonces, no tiene sentido enseñar la solidaridad entre ricos y pobres, el respeto a la vida, la cortesía, la amabilidad y la decencia entre las personas, por ejemplo. Estas cualidades no tienen importancia, al contrario, son obstáculos a los fines anteriores o, en el mejor de los casos, son simples instrumentos para lograr beneficios materiales y no para establecer la armonía, la paz o la convivencia. Estas no tienen el menor significado. No interesan. Y, ¿qué podríamos de decir de la honestidad, el servicio, la compasión, la inclusión y la participación? Ante la opinión mundial ha quedado suficientemente comprobado la ausencia de la práctica de estos valores; debido a que la educación no es el eje transformador y renovador del entendimiento. Por ello el mundo está a la deriva o en la ruta que el enemigo planificó, donde lo malo es normal y hasta bueno o aceptado, todo ello debido a que Adán abrió en el Edén cuando confiado de sí mismo, desobedeció al Rey de Reyes, al Señor de señores.

Señor, haz tu reino aquí en la tierra como en el cielo.
Dios bendiga a Venezuela 

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