Saturday, June 21, 2014

Ser cognoscente, base de la cognición ciudadana

     Preguntar, indagar o la inquietud espontánea y natural por aprender más sobre lo que nos rodea y nos afecta, es parte del ser humano. Constituye la esencia y representación fiel del ser cognoscente, quien se exige aprender más para prosperar y no acepta ser objeto de la acción política, la publicidad o la moda. Esto es, utilizando las facultades cognitivas, desarrolladas por los mecanismos ofrecidos por el estado, entonces, y solo así, haciendo uso de la cognición ciudadana, que se corresponde con el ser cognoscente, es sujeto, es protagonista de su andar, de su progreso que no es individual, es colectivo en cuanto que a mayor cognición ciudadana, mayor será el avance social común.
   Preguntar y cuestionar debe ser la actitud habitual de los seres humanos. Vivir sin reflexionar, decidir y actuar no es propio del ser cognoscente, pues la existencia es, fundamentalmente, una actitud de inconformidad perenne, de buscar y encontrar soluciones que no son definitivas. Si las dificultades son continuas, las soluciones siempre serán transitorias y los esfuerzos creativos también. En cambio, la complacencia y la inacción permanente es la causa de toda sumisión, imposición y pobreza. Por tanto, sin averiguar e inferir imposible sería acercarse y descubrir lo que guarda el inmenso mundo del conocimiento, pero sobre todo, valorar y aceptar la acción apegada a lo ético promueve la armonía y allana el logro de metas comunes. De lo ético, seres humanos no deberán separarse.
   Lo significativo, entonces, es cuestionar, desarrollar un pensamiento, mas que crítico, ciudadano, humano. Entonces, ya no se discute sobre las causas de la acumulación de capital, del fracaso del consumismo, la plusvalía y la lucha de clase. Ahora, interesa más ser urbano, cuidar los ecosistemas, poner en práctica la responsabilidad social empresarial y promover un sistema económico solidario, cultivar la tolerancia, la pluralidad y la participación y, construir permanente de la democracia, porque no es un dogma, requiere construirse día a día y, en fin, proponerse a ser menos materialistas y consumidores y mas humanos y espirituales.
    El siglo XXI exige un nuevo ser humano. Esta no es una ambición o una idea abstracta. Es, principalmente, un elemento vital, plenamente justificado, para las sociedades democráticas ante la irreversible desaparición fáctica del comunismo como ideología, la preeminencia de la democracia, pero, al mismo tiempo, los deficientes ejercicios democráticos, el progresivo ensanchamiento de las desigualdades sociales, la indómita corrupción, los continuos conflictos bélicos, las violaciones a los derechos básicos, humanos y civiles, la agresión a la naturaleza, el calentamiento global y la debilidad de la justicia. 
   Esta descripción revela un mundo en el cual los seres humanos carecen de cualidades. Evidencia, en extracto, la ausencia de ciudadanía como un evento palpable, comprobable y científico del cual, hoy, vemos los efectos perversos. La escasez de cualidades y competencias producen caos y guían a la civilización contemporánea en la dirección equivocada. Los hechos, ya comprobados, revelan la ausencia de urbanidad en las ciudades pues la descortesía se exhibe como conducta aceptada; la intolerancia, la exclusión, el egoísmo y la agresión evidencian la escasez de eticidad ciudadana, los embates contra la naturaleza ahora son hechos cotidianos y la violación a los derechos ciudadanos y básicos se perciben como comportamientos normales. Ante esta realidad, el mundo requiere que la educación apunte a la formación de seres humanos cognoscentes, en otras palabras, ciudadanos que enfrenten y solventen estos desafíos con las habilidades desarrollas en la escuela, liceos y universidades.   
   Si bien, el mundo hoy requiere una educación a nivel de las demandas, quienes la diseñan no han identificado cual sería el fin educacional en el siglo XXI. No visualizan la ausencia de ciudadanía como una situación a superar. Así que, sería inviable formar los sujetos y protagonistas del devenir, capaces de revertir esta decadente realidad, erigiendo sociedades mas humanas. Necesario es, en estos tiempos, consolidar un movimiento, de carácter mundial, que rescate el sentido humano de la educación y admita la ausencia de ciudadanía como un hecho científico que puede ser controlado y superado para bien de la humanidad.
  Los seres humanos muestran carencias ciudadanas palpables y pueden ser registradas, clasificadas. Posee variables como la familia, que no posee las condiciones para enfrentar y superar el desafío ético formativo, los medios de comunicación tienen la misión acumulativa y promoción del consumismo, los partidos políticos deambulan sin capacidad de modelar, signados por el desprestigio propagado por actores políticos anti éticos y defienden de la crítica calificándola "anti política", la escasa cultura democrática limita la participación y construcción de la democracia, finalmente, la educación que durante siglos se ha equivocado formando puramente para el trabajo, y no para formar, a los seres humanos, a ser mas humanos. 

Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor país posible.
Phd. Luis Beltrán Campos Bolívar
@postmodernidad 



Sunday, June 15, 2014

Ausencia de ciudadanía, ¿error educacional?


   Aun cuando se confirme el hecho de que las personas egresen de universidades con títulos y reconocimientos, conformen célebres círculos científicos, intelectuales y académicos nacionales e internacionales, estén vinculadas a cultos religiosos que exigen cumplir la palabra de Dios, ostenten poder económico, constituyan pujantes consorcios empresariales, posean origen étnico especifico, establezcan, con popularidad, liderazgos políticos, gremiales y sindicales, ejerzan docencia en diferentes niveles, sean activistas por los derechos humanos, civiles y económicos, en fin, conserven disimiles distinciones idiosincrásicas, estas particularidades personales no garantizan que, como ser humano, dispongan virtudes ciudadanas. Esto es, entonces, indiscriminación idiosincrática, una de las características de la ausencia de ciudadanía o ignorancia ciudadana, factor determinante del rezago de las sociedades democráticas en el  siglo XXI.  
  Los seres humanos, indistintamente de las características personales señaladas, y otras que seguramente envuelven nuestra percepción, mostramos exiguas actitudes ecológicas y urbanas, igualmente, exhibimos insolvencia ética, escasez de cognición cívica y prestancias participativas lo cual revela, en concreto, la ausencia de virtudes cívicas, una situación de los seres humanos que impide construir y conservar una mejor sociedad.  Esto es, incuestionablemente, el resultado de una educación que no se ha ocupado, durante siglos, de formar ciudadanos; lastimosa realidad de la que no escapan los habitantes de las naciones desarrolladas, como tampoco las que están en vías a lograrlo.
   Distinguida así, lo peor que le puede suceder a un país es que la ignorancia ciudadana sea transferida de generación en generación, sin que se cuestione por qué acontece y, más aún, sin que se apliquen las artes educacionales, promotoras de saberes y talentos requeridos, por quienes consideran que la alianza entre cognición, competencias y praxis ética es vital para constituir mejores sociedades.  
  Los acontecimientos socio-históricos comprueban que la ignorancia ciudadana o la ausencia de ciudadanía se presenta como una realidad difícil de disminuir por medio del simple y puro acto de enseñar a leer y escribir o por medio de la preparación de profesionales para el trabajo y éxito económico. Indudablemente, durante siglos, el error de la educación ha sido la postración de los sistemas educativos, y la aplicación de modelos educacionales, ante ópticas educacionales obsoletas con la que la educación básica, media y universidades no agregan competencias y cualidades ciudadanas a las distintas generaciones. Siempre ha permanecido centrada en desarrollar la competitividad, a desarrollar lo egoísta, mientras lo humano, que está presente en lo ecológico, lo urbano, lo cívico y lo democrático permanece oculto. Por tanto, no es extravagante subrayar que vivimos en un mundo con exorbitante ignorancia ciudadana y que los sistemas educativos se encargaron
 de reproducir el oscurantismo cívico. Un submundo donde lo normal es no aprender actuar adecuadamente, a preservar la naturaleza, a reflexionar e interrelacionar los hechos, a conocer, valorar, hacer valer los derechos humanos ciudadanos, a participar con prestancia en decisiones trascendentales y construir la democracia, porque ello requiere esfuerzos permanentes en lo cognitivo, lo ético y lo cualitativo. Como resultado, no formar ciudadanos conduce al caos, al egoísmo, la exclusión, la pobreza y la desidia que, como estilo de vida, solo acarrea el fracaso.
  Así que, por ejemplo, los logros que permitieron a la Revolución Cubana reconocimientos internacionales, por parte de la UNESCO, en el siglo pasado, hoy son estruendosos desaciertos, migajas del inmenso océano de conocimientos, cualidades éticas y competencias participativas necesarias para que una persona pueda ser considerada un ser humano integro. La lucha contra la ignorancia no se refiere a enseñar a leer y escribir y preparar para el éxito económico. Va mucho más allá.
   En el siglo XXI, la educación, más bien, deberá apuntar al logro de conocimientos, competencias y la praxis ética en distintos órdenes. Es necesario enseñar a comportarse adecuadamente en distintos escenarios, a procurar relaciones cordiales, mercadas por la cortesía y la decencia. La educación debe insistir en enseñar a infantes, adolescentes, adultos, adultos mayores y hasta en la ancianidad, por medio de la antropagogía y siempre que haya interés y condiciones psicobiológicas, a utilizar y salvaguardar la naturaleza, a lograr la tolerancia, el respeto, la pluralidad, la participación y el consenso mancomunado. Poco hace la educación si se enfoca en leer y escribir, si no logra la cognición de las ideas supremas como respeto, participación, democracia, derechos humanos, sociales, políticos y ciudadanos los cuales son esenciales para hecho democrático. 
   Ignorancia ciudadana no se entiende, solo, como carencias de conocimientos. No. A la luz de la transitoriedad del conocimiento e inestabilidad de las teorías, es una situación infausta entre los seres humanos, porque, como tal, limita competencias y cualidades, que impiden cuidar ecosistemas, ser urbano, ético, cívico y participativo con lo cual es imposible orientarse hacia el logro de las Realizaciones Superiores.


Seguimos soñando con la mejor educación, para el mejor país posible.


Phd. Luis Beltrán Campos
@postmodernidad