Lo que está sucediendo en Venezuela, y en varios
países de Europa y los Estados Unidos, nos muestra la necesidad de que el ser
humano evolucione, avance. No hay más que mirar la debilidad de la democracia,
la inestabilidad de la economía o la crisis de la economía de mercado, la
anomia y descrédito de los actores, lideres y partidos políticos, la
insurgencia descarada de anti valores promocionados por medios de comunicación
y la cibernética, la crisis y el ataque permanente a la familia tradicional, la
ausencia de líderes éticos, la abundante ignorancia que asiste el hacer
político del siglo XXI y que dejó en la democracia grandes desafíos y el apoyo
de lo amoral como mecanismo para lograr victorias electorales, como eventos que
nos llevan reaccionar y aceptar la necesidad de contar con nuevos actores
políticos al nivel de las exigencias éticas demandadas.
Hacemos referencia sobre el actor político
porque él genera el modelamiento que sirve para impulsar o disminuir el afán
por mejorar y cuidar la democracia, entre otras metas. Es él, o ella, quien nos ayuda a recorrer el rumbo exitoso de un país, de una nación. Es la
esencia de lo ético, no de lo anómico, como ha ocurrido durante los últimos 55 años.
Aunque el presente no sea
halagador, nos lleva a un ejercicio de análisis profundo sobre la necesidad de
dar ese salto cualitativo. Un evento que transforme, aunque sea lentamente, el
perfil del ser humano de este siglo, llevados de la mano de líderes, actores y
organizaciones políticas plenas de eticidad. Esto no significa que la educación
quedará a un lado. Pero si se otorga la valoración justa que sobre el actor
político debe existir, colocando en su justa medida su importancia en el hacer politico, porque todos no podemos ser políticos. Ello implica excelsas exigencias
que las mayorías no poseemos ni estamos interesados en lograrlo.
Por ello, y sin temor a dudas, Venezuela es hoy
una oportunidad para dar ese salto cualitativo. Es más, estamos obligados a darlo. Pero
nada será fácil, sino no logramos concretar una generación de líderes
suficientemente éticos. Pues en ellos las masas desprovistas depositan sus
esperanzas e ilusiones.
Necesitamos líderes altamente
éticos, puesto que la ética es la base y eje esencial para la conservación,
reforzamiento y construcción de la democracia. De manera que deberán poseer
cualidades y competencias que le permitan exhibir, entre otras cosas: 1) don de
servicio, el egoísmo no tiene espacio, 2) espíritu innovador, los tradicionales
no intenten repetir el pasado, 3) flexibilidad, la praxis política es amplia y
la solución puede venir desde diferentes
puntos de vista, 4) ciudadanía, es la condicion humana que facilita la participación con prestancia y la solución pertinente a las dificultades comunes.
El actor político es un
ser humano que siempre se enfrentará a grandes debilidades a las cuales deberá
vencer, porque en el fondo quiere lograr el honor, la gloria y la magnificencia
que los héroes y las heroínas desean. Por todo ello, solo es posible construir
democracia bajo la égida de la eticidad, lo contrario es anomia, que es lo que
Venezuela vive ahora mismo. De ahí que en la nueva Venezuela, el actor político deberá
ser ético, y así evitaría el caos y el desencanto democrático, al mismo tiempo que promocionaría y
facilitaría Realizaciones Superiores.
Seguimos soñando con la mejor educación para el mejor
país posible
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